Rompepiernas

13 de Octubre. 6.45 am. Torres Del Río.
Rompepiernas.

Ayer decidí no ponerme la alarma, ya habíamos acordado todos despertarnos algo más tarde porque hoy toca el recorrido más corto, así que cuando las primeras alarmas empiezan a sonar intento mover las piernas y veo que están bastante bien. Estoy un poco encarcarada (normal) pero con lo duro que fue el día de ayer, pensaba que sería peor.

Última etapa, último día del camino (que no del viaje). 20 kms nos separan de nuestra meta, Logroño. 
Nos cambiamos, recogemos la súper habitación privada y comemos algo de fruta que compramos ayer en el supermercado de Yolanda.

No lo hemos comunicado al resto para no frustrar ilusiones, pero anoche vimos con Gemma que, a pesar de que hoy es a etapa más corta, no es la más fácil.
Nada más empezar, en la guía que tenemos apodan el tramo como "Inicio Rompepiernas". 

Salimos del albergue y nos ponemos a andar, es oscuro todavía, pero empieza a clarear y el amanecer que nos está quedando a nuestras espaldas deja una estampa preciosa. Caminamos los primeros metros y empiezo a encontrarle sentido al apodo de la guía. Los primeros 3,5 kms son un continuo sube y baja bastante incómodo que hace que los cuádriceps se te pongan al rojo vivo y que las pulsaciones suban hasta que la respiración se entrecorte sin querer.

Hacia el km 3, encontramos un Santuario/Hermita en medio del camino en honor a la Virgen del Poyo (sí, ese es el nombre). No tiene mucho (de hecho, si Gemma no me lo llega a decir casi ni me doy cuenta), pero con nombres como estos es fácil recordarlo. Voy con ánimo, me siento con mucha fuerza hoy (la nostalgia de que sea el último día supongo). El camino de hoy es muy distinto al de ayer, mucho más versátil y entretenido.

Desde mi punto de vista, sí que es verdad que ayer fue el tramo más largo, pero se me hizo más duro la monotonía del camino y los paisajes, que los propios kilómetros.

Llegamos a la cima de una montaña con los primeros rayos de sol del día cuando llevamos unas 2 horas de sendero. La verdad es que el tiempo que hace hoy es ideal, perfecto para afrontar el último tramo. Hacemos parada obligatoria de foto grupal en la cima y seguimos andando.



Vamos todos bastante pegados, supongo que la no-monotonía del camino de hoy hace que vayamos todos en grupo.
Estamos yendo rumbo Viana, dónde pararemos a desayunar y a reponer las últimas fuerzas que necesitamos para completar nuestra meta.

Hacia las 10 de la mañana, vemos a lo lejos asomar un pueblo y el canto de unos gallos que nos encontramos en el patio de un cortijo, nos confirma que es Viana.

Al llegar, el pueblo es bonito tal y como habíamos leído. Paramos en un bar donde ofrecen desayuno del peregrino, justo en la plaza del pueblo al lado de la iglesia, y no puede faltar la tortilla (proteína a tope para el cuerpo).



No nos entrenemos demasiado, dentro del cansancio, respiro un ambiente de alegría, ganas y fuerza (me gusta verlos a todos en este mood); así que bien motivados seguimos andando destino nuestra última parada: Logroño.

La emoción está empezando a brotar cuando te encuentras un cartel que te informa de que estás a 5 km de tu punto final, y las caras de felicidad se dibujan sin darse cuenta a todos. En este momento voy con Gemma, como os podéis imaginar, este momento es un punto de "foto obligatoria".



Estamos ya casi llegando y de repente encontramos unos puestecitos para peregrinos donde venden pequeños souvenirs, pues me hace ilusión y me compro una mini piedra con la concha del camino para tener de recuerdo en mi habitación. Estoy segura que cada vez que la vea me va a entrar mucha nostalgia y felicidad al mismo tiempo.

No quiero ser melodramática, pero os puedo asegurar que una lagrimilla tonta se escapa cuando estás bajando el último tramo (igual que sea bajada ayuda) y ves que has llegado a tu propósito inicial de hace 4 días.


Estamos en Logroño. Hemos llegado. Y lo hemos conseguido todos juntos.

Nos sentamos en un banco y creo que, de forma inconsciente, nos paramos a reflexionar todos sin querer y a notar nuestra propia satisfacción, porque lo hemos logrado.


Con orgullo vamos a recoger uno de nuestros últimos sellos de la compostelana y hacia al albergue que, por cierto está bastante bien y hay mucho ambiente.

Con mis amigas conocemos Logroño, estuvimos este mismo año con las Petxis yendo a sitios recomendados por Cris, que estuvo viviendo una temporada aquí por el Básquet. Así que tampoco tenemos en mente hacer una profunda visita turística más allá de la Calle Laurel y nuestro querido "Wine Fandango".

Dejamos las cosas en el albergue y nos vamos a comer a un sitio que nos han recomendado "Café Moderno". El restaurante tiene mucha fama, cuando llegamos el sitio es enorme y está todo lleno, esperamos unos minutos y nos sientan en una mesa en la terraza. Literalmente estamos destrozados, no hace falta decir nada, sólo con ver la cara de cada uno (me incluyo) se nos nota de lejos que somo peregrinos (la vestimenta y las pintas también ayudan).

Hay que hacer especial mención al show que montamos una vez comemos y nos intentamos levantar Sonia, Gemma y yo para hacer estiramientos. O se me han encogido todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo, o este garrote que llevo encima me empieza a preocupar, así que estiramos y empezamos a andar antes de quedarnos encajadas.

Me sabe mal decirlo, pero nos hemos comportado mucho durante todas las etapas y nosotras tenemos un #petxislevel que mantener, así que todo divinas nos vamos a comprar ropa para poder salir esta tarde-noche con algo y mañana ir a hacer una visita a las bodegas de forma decente.

En el albergue hacemos un amigo,  Wein, el pobre se torció el pie y tiene que quedarse unos días en Logroño hasta que más o menos se pueda recuperar, pero ánimos de jaraneo no le faltan y se une a nosotros para ir a tomar algo al Wine Fandango (muy recomendable si estáis de visita por Logroño - buen ambiente y sitio bonito).

Después de alguna copa y algún chupito de más, volvemos al albergue (porque más tarde de las 10 de la noche lo cierran y no puedes entrar). La gente en el albergue está animada y nos ponemos a cenar en familia con los compañeros que tenemos aquí.

Nos quedamos charlando hasta las tantas (se nota que mañana no madrugamos) hasta que el cansancio cae por su propio pie y nos hace ir a dormir.






Al día siguiente nos levantamos para ir a hacer una visita a las bodegas Franco Españolas que están aquí mismo, como buen amantes que somos del vino todos y cada uno de nosotros (no se escapa ni uno) y terminamos comprando cajas de botellas.

Seguimos la ruta por la Calle Laurel para comer algunos pinchos y seguir degustando vinos y llega la hora de partir hacia la estación de tren.

Mañana de diluvio, pero de risas y muy buena compañía en la capital de La Rioja. El tren de vuelta nos regresa a Barcelona con una mente purificada.

Gran camino, gran compañía y sobretodo, gran experiencia que marca el inicio de un largo camino que nos queda por recorrer.



 











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